¿Por qué lo digo? Durante el 2020, vimos el fortalecimiento de múltiples iniciativas dirigidas desde el seno de las Naciones Unidas para incorporar las voces de jóvenes de todo el mundo, que nos ayudaran a evidenciar que las dinámicas de la violencia armada son diferentes de acuerdo con los contextos en los que surge, así como en los efectos diferenciados dentro de una misma población. De igual manera, el impulso de la sociedad civil no se hizo esperar, con la creación de redes como la Global IANSA Youth for Gun Control, en el fortalecimiento de la iniciativa Youth Network parte de la Campaign to Stop Killer Robots, o las Voces Emergentes del Forum on the Arms Trade.
La urgencia del llamado de “cese al fuego” mundial por parte del Secretario General durante la pandemia por COVID-19, nunca había sido más urgente, pues la emergencia sanitaria estaba evidenciando lo frágiles de nuestras estructuras sociales y si, constantemente, nos encontramos señalando cómo ponemos en condiciones de vulnerabilidad a las poblaciones migrantes, a los niños, niñas y adolescentes, a las mujeres y las personas de la comunidad LGBTQ+, entre otras, entonces el coronavirus nos mostró cuán profundamente estaban arraigados los daños y que tan cotidianamente decidíamos ignorarles.
Ahora, sólo tenemos que voltear ligeramente la vista para percatarnos de los resultados catastróficos de la violencia armada bajo una pandemia de la que no se preveían los alcances inmediatos, ni las secuelas.
Pero no debemos de sucumbir ante la desesperación. Todas estas circunstancias, nos dan la oportunidad de no seguir repitiendo los mismos discursos en los mismos espacios, sino de abrir canales para escuchar otras visiones y acciones, replantearnos los ejercicios democráticos en donde no sólo es necesario hacer lo que dicen “las voces de las mayorías”, sino que, desde el impulso feminista que también ha permeado nuestro mundo contemporáneo, incluir la palabra de las mal llamadas “minorías” y de aquellas “formas” que tradicionalmente se han ignorado o subestimado.
¿Cómo vamos a entender cuáles son las necesidades de la población objetivo, sino les entendemos como sujetos activos de derechos? Dejemos que los cantos de Brasil de Linda Quebrada y Jup do Bairro nos inunden los sentidos para detectar qué nos falta por atender, que las historias como La Llorona de Guatemala nos cuente de dónde venimos, o que los Scouts nos cuenten por qué los #RobotsAsesinos son parte de una realidad que pronto nos alcanzará en América Latina.
Esta semana del 26 al 29 de abril se llevan a cabo los Grupos de Trabajo del Tratado sobre el Comercio de Armas, de cara a la Séptima Conferencia de Estados Partes del Tratado, que se espera suceda del 30 de agosto al 03 de septiembre de este 2021. Desde la sociedad civil y la Academia estaremos dando seguimiento a las discusiones que se pondrán en las mesas de trabajo para la prevención del desvío de armamento convencional, la promoción y adopción de medidas que transparenten las transferencias de estas mercancías entre los Estados, así como la búsqueda de formas de implementar las disposiciones del Tratado de manera aterrizada al interior de cada uno de los países de acuerdo a sus circunstancias particulares. Todo esto en aras de que, en algún momento, los Estados acuerden comprometerse para avanzar en el camino de evitar el sufrimiento humano.
Particularmente, el Tratado sobre el Comercio de Armas abre la oportunidad de revisar las exportaciones que se realicen por parte de los países, resaltando la importancia de evitar violaciones al derecho internacional de los derechos humanos[1], así como la violencia por motivos de género[2]. Y es precisamente por los efectos tan convulsos que ha evidenciado la pandemia de COVID-19, que fortalecer y apoyar los pasos de los liderazgos de la sociedad, pero especialmente el de las poblaciones que están siendo afectadas de manera diferenciada, se vuelve pertinente.
Estos ejercicios no se deben de ver de facultad exclusiva de los países, sino que es necesario voltear al interior y recuperar cuáles son las preocupaciones de la gente y entonces sí, ampliar el espectro de protección que nos brinda el contenido de este Tratado en particular. La violencia con armas de fuego es un tema primordial en nuestra región.
Como Cindy Kamtchoum lo señaló durante las sesiones de octubre de 2020 de Primer Comité de la Asamblea General de las Naciones Unidas: “Escuchen nuestras voces, inclúyanos en los procesos de toma de decisiones que, literalmente, determinan si viviremos.”
[1] Tratado sobre el Comercio de Armas, Asamblea General de Naciones Unidas, 2 de abril de 2013, art. 7.1.b) ii)
[2] Ibid., art. 7.4.